
El consumo moderado de alcohol es aconsejable para la salud, aunque se ha de ser consciente que su recomendación no está generalizada al ser cada caso diferente. El vino tinto, por sus características, es el mejor aliado.
A pesar de la limitación de estudios que permiten ponderar con certeza las consecuencias del consumo
de alcohol, y especialmente del vino, nuestro conocimiento deriva básicamente de estudios limitados a valoraciones a corto plazo sobre efectos del alcohol en parámetros fisiológicos (habitualmente sobre poblaciones seleccionadas, siempre indirectos y sin inferencia segura a largo plazo). Así como a estudios descriptivos transversales. comparativos entre consumidores y abstemios (no aleatorios, donde se mezclan factores diversos de confusión). Aún así, disponemos de una cantidad razonable de evidencia para recomendar actitudes saludables.
El beneficio absoluto de abandonar el alcohol debe ser comparable con el del sistema cardiovascular,
resultado de consumir una cantidad moderada.
Hablar de niveles seguros de consumo implica establecer diferencias entre sexos (unas dos unidades de bebida en hombres –aproximadamente hasta dos tercios de cerveza o medio litro de vino- y una en mujeres no embarazadas -la mitad-). Tampoco se han de olvidar las razones constitucionales y de metabolismo.
La unidad de bebida varía respecto al país que consideremos, en los Estados Unidos por ejemplo la cantidad adecuada es de 14 ml, en España son 10 ml.
Es importante también el patrón de consumo: no es lo mismo el consumidor de alcohol que busca la intoxicación bebiendo cantidades excesivas en poco tiempo que el que lo hace en cantidades diarias y pequeñas o moderadas.
Es importante reseñar que existen niveles seguros en caso de embarazo, tampoco se aconseja consumir alcohol en casos de existir una fuerte historia de alcoholismo personal o familiar y antecedentes de enfermedad hepática o pancreática asociada al alcohol. Además de en otras situaciones como cuándo se padece gastritis o esofagitis.
Un caso especial: el vino tinto
Por otro lado, estudios científicos muestran lo que tanto el Talmud judío como la Biblia han recogido con anterioridad, la condena del abuso de consumo de alcohol y el respeto al consumo moderado de vino. Prueba de ello es su utilización en la Eucaristía cristiana y en ceremonias de otras culturas, desde que en el Neolítico se controló la Vitis vinifera vinifera en el Próximo Oriente.
El primer hecho que debe destacarse es que el uso y consumo de bebidas alcohólicas es una paradoja
desde el punto de vista de la salud: mientras que un consumo excesivo acarrea un incremento de la morbimortalidad, cuando la ingesta es moderada se produce el efecto contrario de menor mortalidad y beneficios cardiovasculares.
Los análisis han identificado más de 500 compuestos (incluidos 160 ésteres) que aportan al vino tinto su
color, sabor y aromas. Sin duda, sus cantidades dependen del propio vino y de su desarrollo en la viña durante su ciclo vegetativo, del suelo, clima, condiciones de viticultura, posterior elaboración en bodega y por supuesto de su evolución en madera y en botella.
El vino tinto contiene polifenoles biológicamente activos como resveratrol, ácidos fenólicos y flavonoides. Su acción antioxidante disminuye la formación de aterosclerosis y enfermedades inflamatorias, pudiendo jugar también un papel importante en la prevención de cáncer.
Mortalidad global
Cuando se analiza la relación entre alcohol y mortalidad global se aprecia una variación según la cantidad consumida, cuando es excesiva se asocia a una mortalidad elevada. En cambio, para bebedores moderados, el riesgo relativo de muerte es inferior al de los abstemios (0,7- 0,9), según estudios prospectivos a nivel mundial. Basados en la evidencia, la dosis diaria de alcohol que alcanzaría una mortalidad más baja sería unos 4 g en la mujer y unos 6-7 g en el hombre (equivalente a 175 cc de cerveza o 100 cc de vino). En cualquier caso, mujeres que consuman hasta dos vasos y varones hasta cuatro tienen menos mortalidad que los que nunca han consumido alcohol, aunque los efectos no son exactamente iguales en diferentes estudios. En otros, el beneficio ha sido mayor en mujeres cuando se consumía una bebida diaria y menor con dos.
Aunque un gran consumo alcohólico reduce la calidad de vida de los pacientes y de sus familias, se ha observado que un consumo moderado (menos de 15 bebidas a la semana) se asocia a un 25% menor riesgo de discapacidad en mayores de 50 años con sensación subjetiva de buena salud, en comparación con los abstemios.
El alcohol y enfermedades específicas
La ingesta excesiva de alcohol puede ocasionar gran número de efectos adversos como enfermedad hepática, insuficiencia cardíaca, aumento de riesgo de cáncer, complicaciones neurológicas, accidentes y
otros problemas.
Sin embargo, la ingesta moderada de alcohol puede aportar beneficios para la salud, especialmente a
enfermedades coronarias. Algunos estudios de cohorte prospectivos sugieren que el consumo suave o
moderado de alcohol disminuye el riesgo de enfermedad coronaria en un 40-70% en comparación con la abstinencia o un consumo excesivo. En un meta-análisis de 2011 de 84 estudios observacionales se calculó un riesgo relativo de 0,75 para mortalidad cardiovascular, 0,75 para mortalidad por enfermedad coronaria y de 0,71 para enfermedad coronaria incidental. El efecto protector se evidenció en grupos múltiples: sin enfermedad coronaria previa, aquellos con factores de riesgo para enfermedad coronaria y adultos de más de 65 años.
Más de dos bebidas en mujeres y tres en hombres se asocian a aumento de mortalidad cardiovascular.
Un elevado consumo de alcohol (6 o más unidades) o el consumo agudo aumenta el riesgo de muerte súbita y también el riesgo de muerte por otras causas, especialmente cáncer de mama y cirrosis.
El consumo moderado de alcohol es también beneficioso en pacientes con enfermedad coronaria conocida.
La protección máxima (reducción del 22% del riesgo) se produce con un consumo de 26 g de alcohol.
El consumo moderado de alcohol también se asocia a menor riesgo de enfermedad coronaria en hombres
y mujeres. En los varones, el riesgo de infarto está más marcado por la frecuencia de ingesta de alcohol que
por la cantidad total, algo no demostrado en mujeres. De todas formas el consumo agudo intenso aumenta el riesgo de enfermedad coronaria.
El inicio del consumo moderado en la edad media de la vida (45-64 años) se ha asociado a un 40% de reducción del riesgo de eventos cardiovasculares durante 4 años en una cohorte de no bebedores previos.
-En la Hipertensión:
En múltiples estudios se ha demostrado una asociación entre ingesta alcohólica excesiva e hipertensión: más de dos bebidas por día la aumentan 1.5 – 2 veces, y este efecto depende de la dosis. De nuevo una ingesta moderada parece tener un efecto cardioprotector, incluso en hipertensos previos.
-Miocardiopatía e insuficiencia cardíaca:
El consumo crónico de alcohol en gran cantidad causa miocardiopatía. Sin embargo, una vez más, el consumo ligero o moderado puede proteger de la insuficiencia cardiaca. En el Estudio de Framingham, comparado con el riesgo para menos de una bebida semanal, las tasas para 1-7 bebidas, 8-14 y más de 14 unidades de bebida han sido 0,46, 0,47 y 0,63 respectivamente. Además, el consumo moderado reduce el riesgo de diabetes tipo II y el síndrome metabólico, dos factores de riesgo para enfermedad coronaria que causa la mayor insuficiencia cardiaca en nuestro medio.
-Enfermedad vascular periférica y cerebrovascular. La fibrilación auricular.
El alcohol también disminuye el riesgo de enfermedad vascular periférica.
En la enfermedad cerebrovascular y para todos sus tipos existe un aumento de riesgo a ingestas alcohólicas elevadas mayores de 60 g/d (RR 1.64, 95% CI 1.39-1.93). Con ingestas moderadas (12-24 g) descienden los accidentes de tipo isquémico o no hemorrágicos (RR 0.72, CI 0.57-0.91). Un consumo suave (menos de 12 g/d) conlleva el mínimo riesgo para todos los subtipos, especialmente los isquémicos (RR 0.80, CI 0.67-0.96).
El riesgo de fibrilación auricular sólo se incrementa en ingestas alcohólicas elevadas.
Tipo de bebida
Curiosamente en Francia la mortalidad por cardiopatía isquémica (producida por obstrucción de las arterias coronarias) es inferior a lo que se esperaba por su alto grado de tabaquismo y elevado consumo de grasas saturadas, se atribuye a un consumo frecuente de vino tinto, en base a las propiedades antitrombóticas y antioxidantes de sus compuestos fenólicos que se encuentran predominantemente en el hollejo y en las pepitas de la uva. Estas a su vez también son responsables de conferir al vino sus características más notables en cuanto a aromas y sabor.
Su ventaja sobre la salud es múltiple, a través de una acción antioxidante, moduladora de las respuestas celulares a la agresión, neuroprotectora, cardioprotectora, antiinflamatoria y quimioprotectora, entre otras.
Se ha sugerido que el resveratrol, (sustancia presente en la piel y en el vino tinto) podría ser el principal responsable. Aunque se han comercializado suplementos de esta sustancia, las dosis no se han estandarizado, la biodisponibilidad para su uso en humanos es baja y sus efectos colaterales no se conocen, por lo que no es recomendable su uso general.
Asimismo el consumo de vino tinto se ha asociado a una mayor variabilidad en el ritmo cardiaco, aunque
los datos de los estudios no siempre coinciden. En un metaanálisis de 2002 sobre 209.418 personas se encontró un beneficio significativo asociado al consumo moderado tanto de vino como de cerveza (aunque algo menos).
Sin embargo, aún hoy no se dispone de conclusiones definitivas sobre los beneficios atribuibles a cada
una de las bebidas, aunque se tiende a atribuir mayores ventajas al vino, especialmente al tinto. Se acepta que es menos importante el tipo de bebida que la cantidad de alcohol y el patrón de consumo.
Mecanismos del beneficio cardiovascular
Se piensa que el alcohol reduce el riesgo de infarto mediante un aumento del colesterol HDL y de la sensibilidad a la insulina y sus efectos antioxidantes, antitrombóticos y antiinflamatorios.
Se ha visto que los beneficios sobre los lípidos son mayores en pacientes con mayor riesgo de coronariopatías y en casos de síndrome metabólico. Además, la cardioprotección desaparece con ingestas de alcohol altas (cuando se eleva la gamma glutamil transpeptidasa, signo de lesión hepática), a pesar de elevarse las HDL.
Desde luego, existen también factores genéticos que varían los efectos de la ingesta de alcohol sobre los lípidos.
La ingesta enólica moderada puede tener efecto antioxidante.
Los fenoles y flavonoides del vino tinto inhiben la formación de la forma oxidada más aterogénica de LDL.
Uno de sus componentes mayores, el resveratrol, retardó la senescencia de la célula precursora endotelial por un mecanismo dependiente de la proteína quinasa B (Akt), mejorando su migración y proliferación.
Además, los polifenoles enaltecen la producción de endotelina 1, una molécula claramente relacionada con la génesis de la cardiopatía isquémica, y reducen la lesión tras la repercusión de los territorios isquémicos.
La ingesta alcohólica moderada aumenta la sensibilidad a la insulina y la utilización de glucosa durante las siguientes 12 a 24 horas. Los niveles de insulina en ayunas y tras las comidas disminuyen con dos vasos al día.
Los efectos antitrombóticos del alcohol en cantidades moderadas se han atribuido a la inhibición de la agregación plaquetaria, la elevación de la prostaciclina plasmática, la reducción del fibrinógeno y a un efecto profibrinolítico.
Los efectos antiinflamatorios se han observado por la disminución de los niveles de proteína C reactiva e interleuquina 6 en bebedores moderados, si bien los estudios sobre los efectos cardioprotectores de este hecho han tenido resultados dispares.
Recomendaciones de salud pública
Actualmente no es razonable desde la salud pública recomendar el consumo de alcohol como estrategia cardioprotectora. Además a veces es complicado hacer recomendaciones sobre la dosis óptima de alcohol, al depender de factores como el sexo, el peso y la edad. A veces es difícil asumir este consejo considerando los riesgos potenciales del consumo de alcohol, incluso a bajas dosis y que el conocimiento que disponemos afecta casi siempre a poblaciones y no a individuos, y que hasta ahora este conocimiento se ha basado casi exclusivamente en estudios observacionales y biológicos, no al azar.
En general, se tiende a recomendaciones genéricas aunque no universales de ligero consumo de alcohol, no más de una o dos vasos al día en varones y uno en mujeres, a personas no bebedoras con alto riesgo cardiovascular y sin historia familiar de abuso de drogas, trastorno depresivo y no fumadoras.