
El gran consumo alcohólico reduce la calidad de vida de los pacientes. A pesar de ello se ha zmenor riesgo de discapacidad en mayores de 50 años con sensación subjetiva de buena salud, en comparación con abstemios.
Antonio Emilio Martínez Verdasco, sumiller y médico Neumólogo del Hospital Universitario La Paz
La ingesta excesiva de alcohol puede ocasionar gran número de efectos adversos como enfermedad hepática, insuficiencia cardíaca, aumento de riesgo de cáncer, complicaciones neurológicas, accidentes y otros problemas.
Sin embargo, se ha observado que la ingesta moderada de alcohol puede aportar beneficios para la salud, especialmente respecto a la enfermedad coronaria.
Estudios disponibles en enfermedad coronaria.
Algunos estudios de cohorte prospectivos sugieren que el consumo suave o moderado de alcohol disminuye el riesgo de enfermedad coronaria en un 40-70% en comparación con la abstinencia o un consumo excesivo. En un meta análisis de 2011 de 84 estudios observacionales se calculó un riesgo relativo de 0,75 para mortalidad cardiovascular, 0,75 para mortalidad por enfermedad coronaria y de 0,71 para enfermedad coronaria incidental. El efecto protector se evidenció en grupos múltiples: sin enfermedad coronaria previa, aquellos con factores de riesgo para enfermedad coronaria y adultos de más de 65 años.
Más de dos bebidas en mujeres y tres en hombres se asocian a aumento de mortalidad cardiovascular. Un elevado consumo de alcohol o el consumo agudo aumenta el riesgo de muerte súbita y también el riesgo de muerte por otras causas, especialmente cáncer de mama y cirrosis.
El consumo moderado de alcohol es también beneficioso en pacientes con enfermedad coronaria conocida. La protección máxima se produce con un consumo de 26 g de alcohol.
El consumo moderado de alcohol también se asocia a menor riesgo de enfermedad coronaria en hombres y mujeres. En los varones, el riesgo de infarto está más marcado por la frecuencia de ingesta de alcohol que por la cantidad total, algo no demostrado en mujeres. De todas formas el consumo agudo intenso aumenta el riesgo de enfermedad coronaria.
El inicio del consumo moderado en la edad media de la vida (45-64 años) se ha asociado a un 40% de reducción del riesgo de eventos cardiovasculares durante 4 años en una cohorte de no bebedores previos.
Hipertensión
En múltiples estudios se ha demostrado una asociación entre ingesta alcohólica excesiva e hipertensión: más de dos bebidas por día la aumentan 1.5-2 veces, y este efecto depende de la dosis. De nuevo, y al contrario, una ingesta moderada parece tener un efecto cardioprotector, incluso en hipertensos previos.
Miocardiopatía e insuficiencia cardíaca.
El consumo crónico de alcohol en gran cantidad es causa de miocardiopatía. Sin embargo, otra vez, el consumo ligero o moderado puede proteger de la insuficiencia cardiaca. En el Estudio de Framingham, comparado con el riesgo 1 para menos de una bebida semanal, las tasas para 1-7, 8-14 y más de 14 unidades de bebida fueron 0,46, 0,47 y 0,63 respectivamente. Además, el consumo moderado reduce el riesgo de diabetes tipo II y el síndrome metabólico, dos factores de riesgo mayores para enfermedad coronaria que es causa mayor de la insuficiencia cardíaca en nuestro medio.
Enfermedad vascular periférica y cerebrovascular. La fibrilación auricular.
El alcohol parece también disminuir el riesgo de enfermedad vascular periférica.
En el caso de la enfermedad cerebrovascular y para todos sus tipos existe un aumento de riesgo a ingestas alcohólicas elevadas mayores de 60 g/d. Con ingestas moderadas existe descenso de los accidentes de tipo isquémico o no hemorrágicos. Por último, un consumo suave conlleva el mínimo riesgo para todos los subtipos, especialmente los isquémicos.
El riesgo de fibrilación auricular solo se incrementa a ingestas alcohólicas elevadas.
Tipo de bebida consumida: ventajas del vino tinto.
La llamada paradoja francesa, el hecho de que la mortalidad por cardiopatía isquémica sea más baja en Francia de lo que cabría esperar por su alto grado de tabaquismo y alto consumo de grasas saturadas, se ha atribuido a un consumo frecuente de vino tinto, en base a las propiedades antitrombóticas y antioxidantes de sus compuestos fenólicos que se encuentran predominantemente en el hollejo y en las pepitas de la uva, y que son también responsables de conferir al vino tinto sus características más notables en cuanto a aromas y sabor.
Para ellos las ventajas sobre la salud son muchas, a través una acción múltiple: antioxidante, moduladora de las respuestas celulares a la agresión, neuroprotectora, cardioprotectora, antiinflamatoria y quimioprotectora, entre otras.
Se ha sugerido que el resveratrol, una sustancia presente en la piel y en el vino tinto, podría ser el agente principal responsable. Aunque se han comercializado suplementos de esta sustancia, las dosis no se han estandarizado, la biodisponibilidad para su uso en humanos es baja y sus efectos colaterales no se conocen, por lo que no se recomienda su uso general en estos momentos.
Asimismo el consumo de vino tinto se ha asociado a una mayor variabilidad en el ritmo cardiaco, aunque los datos de los estudios no siempre coinciden en ello.
En un metaanálisis de 2002 sobre 209418 personas se encontró un beneficio fuerte y significativo asociado al consumo moderado tanto de vino como también de cerveza.
Sin embargo, aún hoy no disponemos de conclusiones definitivas sobre los beneficios atribuibles a cada una de las bebidas, y aunque se tiende a atribuir mayores ventajas al vino, especialmente el tinto, se acepta que es menos importante el tipo de bebida que la cantidad de alcohol y el patrón de consumo.
Mecanismos del beneficio cardiovascular.
Se piensa que el alcohol reduce el riesgo de infarto mediante un aumento del colesterol HDL y de la sensibilidad a la insulina y sus efectos antioxidantes, antitrombóticos y antiinflamatorios.
Se ha visto que los beneficios sobre los lípidos son mayores en pacientes con mayor riesgo de coronariopatías y en casos de síndrome metabólico. Además, la cardioprotección desaparece con ingestas de alcohol altas, a pesar de elevarse las HDL. Desde luego, existen también factores genéticos que varían los efectos de la ingesta de alcohol sobre los lípidos.
La ingesta enólica moderada puede tener efecto antioxidante. Los fenoles y flavonoides del vino tinto inhiben la formación de la forma oxidada más aterogénica de LDL. Uno de sus componentes mayores, el resveratrol, retardó la senescencia de la célula precursora endotelial por un mecanismo dependiente de la proteína quinasa B, mejorando su migración y proliferación.
Además, los polifenoles enlentecen la producción de endotelina 1, una molécula claramente relacionada con la génesis de la cardiopatía isquémica, reduciendo la lesión tras la repercusión de los territorios isquémicos.
La ingesta alcohólica moderada aumenta la sensibilidad a la insulina y la utilización de glucosa durante las siguientes 12 a 24 horas. Los niveles de insulina en ayunas y tras las comidas disminuyen con dos vasos al día.
Los efectos antitrombóticos del alcohol en cantidades moderadas se han atribuido a la inhibición de la agregación plaquetaria, la elevación de la prostaciclina plasmática, la reducción del fibrinógeno y a un efecto profibrinolítico.
Los efectos antiinflamatorios se han observado por la disminución de los niveles de proteína C reactiva e interleucina-6 en bebedores moderados, si bien los estudios sobre los efectos cardioprotectores de este hecho han sido dispares en resultados.
Conclusiones y recomendaciones de salud pública.
En el momento actual no es razonable desde la salud pública recomendar el consumo de alcohol como estrategia cardioprotectora. Además, como hemos dicho, a veces es complicado hacer recomendaciones sobre la dosis óptima de alcohol a recomendar, ya que depende de factores como el sexo, el peso, la edad y a veces es difícil asumir este consejo considerando los riesgos potenciales del consumo de alcohol, a veces incluso a bajas dosis y que el conocimiento de que disponemos afecta casi siempre a poblaciones y no a individuos. Además de que hasta ahora este conocimiento se ha basado casi exclusivamente en estudios observacionales y biológicos, no al azar.
En general, se tiende a recomendaciones genéricas aunque no universales de ligero consumo de alcohol, no más de una o dos bebidas al día en varones y una en mujeres, a personas no bebedoras con alto riesgo cardiovascular y sin historia familiar de abuso de drogas, trastorno depresivo y no fumadoras.